La selección de acciones en una estrategia de inversión climática no solo consiste en evitar aquellas empresas expuestas a riesgos del calentamiento global. El proceso se debe combinar con la búsqueda activa de oportunidades diversas entre las empresas que ayudan a combatir el cambio climático, pero que también ofrecen modelos de negocio de calidad. La preocupación por el calentamiento global y las iniciativas para frenarlo llevan décadas fraguándose, aunque en los últimos años se han intensificado. La ciudad alemana de Friburgo, por ejemplo, fue la precursora de la adopción de la energía solar en la década de 1980 y avanza rápidamente hacia su objetivo de reducir prácticamente a la mitad sus emisiones de gases de efecto invernadero para 2030. Sin embargo, la toma de conciencia temprana de Friburgo es poco frecuente y son muchas las economías e industrias que todavía hoy están despertando a los riesgos relacionados con el clima.
Los riesgos climáticos son elevados, pero todavía estamos a tiempo de actuar
Europa experimentó su segundo año más cálido desde que existen registros en 2022, que también fue el quinto más cálido a nivel mundial. En este contexto, los expertos de las Naciones Unidas en medio ambiente urgieron a acelerar los esfuerzos para combatir el cambio climático a «todos los países y todos los sectores en todos los periodos».
Un apunte positivo es que ese mismo informe de las Naciones Unidas señalaba que todavía no es demasiado tarde. En primer lugar, el objetivo generalmente adoptado de limitar el aumento anual de las temperaturas a 1,5 grados Celsius para 2030 todavía se puede conseguir. Además, mediante la movilización de fondos y el intercambio de buenas prácticas, tecnologías y unas medidas políticas eficaces, cualquier entidad puede gestionar mejor —e incluso evitar— las emisiones de carbono.
La proliferación de ayudas de altas esferas a través de iniciativas gubernamentales también está favoreciendo y el incentivo está claro; los análisis apuntan que el cambio climático puede suponer un perjuicio o un beneficio del orden del -8% al 15% para la producción económica anual, dependiendo de la respuesta de los gobiernos y las industrias.
En la COP27 de las Naciones Unidas del pasado año, por ejemplo, los delegados acordaron la creación de un fondo multinacional para financiar pérdidas y daños, idealmente con el fin de ayudar a los países más pobres a recuperarse de incidencias relacionadas con el clima. La Ley de Reducción de la Inflación estadounidense y el Pacto Vede Europeo pendiente incluyen incentivos bien financiados para guiar las economías hacia sistemas con bajas emisiones de carbono. China, posiblemente uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero, también está incluido en el paquete. Su marco para alcanzar la neutralidad de carbono en 2060, aunque aborda el cambio climático, también revela su visión para el futuro económico del país a la luz de este.
Muchas industrias se benefician de factores de impulso económicos relacionados con el clima
La lucha contra el cambio climático va más allá de las políticas macroeconómicas. Cada vez son más los sectores, desde vehículos eléctricos hasta parques eólicos, que se sitúan en la primera línea de una economía en descarbonización —y todos ellos están creciendo más rápidamente que la economía estadounidense (Gráfico).