Qué está alimentando la incertidumbre?
Cuando comenzó el año, los inversores se enfrentaban a unas perspectivas difíciles. Las previsiones de crecimiento macroeconómico parecían sólidas, aunque en general se esperaba un ritmo de crecimiento más lento que en 2021. De forma similar, se preveía una continuación del crecimiento de los beneficios, a un ritmo más modesto que el pasado año, a medida que las economías y las empresas se recuperasen de la fuerte recesión provocada por la pandemia en 2020.
Los cambios de la política monetaria estaban sobre la mesa. La Reserva Federal ya había anunciado su intención de subir los tipos de interés y de reducir gradualmente su programa de expansión cuantitativa. En este entorno, no resulta sorprendente que las acciones de crecimiento en general —y en particular las acciones de hipercrecimiento con unas valoraciones muy elevadas— experimentasen presiones. Las subidas de tipos tienden a contraer de forma desproporcionada las valoraciones de las acciones de crecimiento, cuyos flujos de efectivo están mucho más lejos en el futuro que en el caso de las acciones de valor.
A pesar de que prevemos un año de incertidumbre, la velocidad, intensidad y amplitud de la corriente de ventas ha sido discordante. Por consiguiente, puesto que muchas de las variables para las perspectivas eran desconocidas, ¿por qué las acciones han sufrido una corriente de ventas tan pronunciada?
Preocupación por la política monetaria y el crecimiento
En nuestra opinión, la incertidumbre no se centra realmente en el número de subidas de tipos que se avecina, sino que más bien, teniendo en cuenta el complejo panorama macroeconómico de elevada inflación y perspectivas de crecimiento inciertas, así como las constantes disrupciones de la COVID-19, a los inversores les preocupa en mayor medida que la Fed y otros bancos centrales no triunfen en el delicado acto de equilibrio de las políticas. Dicho de otro modo, los traspiés de los bancos centrales en su lucha contra la inflación podrían lastrar el crecimiento del PIB y empujar las economías hacia la recesión. La obtención de la fórmula correcta para las políticas determinará la ralentización o el buen avance del crecimiento en 2023.
Los ingresos corporativos también están en juego. A pesar de que es posible que la volatilidad actual esté impulsada por la preocupación que generan los datos macroeconómicos y la política monetaria, las rentabilidades a largo plazo se alimentan fundamentalmente de los beneficios y los flujos de efectivo. La volátil sesión de negociación en EE. UU. del miércoles 26 de enero puso de manifiesto esta tensión. A primera hora de la jornada las acciones se dispararon gracias a las previsiones y a los resultados de Microsoft, que batieron las estimaciones de consenso. Sin embargo, posteriormente retrocedieron tras una declaración de la Fed que sugería un endurecimiento de su postura hacia una política monetaria más restrictiva en caso de deterioro del panorama de la inflación.
Este tira y afloja está generando un entorno complicado para los inversores en renta variable. Sin embargo, a largo plazo, creemos que las acciones siguen ofreciendo un potencial de rentabilidad atractivo. Además, a corto plazo, tratar de predecir los puntos de inflexión del mercado es una estrategia arriesgada que rara vez prospera.
El enfoque en la calidad resulta vital
En las condiciones de mercado actuales, consideramos esencial centrarse en acciones de alta calidad con fundamentales sólidos y valoraciones razonables. En nuestra opinión, las acciones como estas pueden ayudar a reducir el riesgo en caso de caída de los mercados y tienen más probabilidades de comportarse bien cuando se materializa una recuperación.
Creemos que los inversores deberían evitar extremos en los mercados de renta variable. Aquellos que se han cargado de valores caros de hipercrecimiento ya se han quemado con la actual revalorización del mercado. Sin embargo, en nuestra opinión, ir hacia el extremo contrario y comprar empresas de calidad inferior a cambio de unas valoraciones baratas también sería un error. A pesar de que en el pasado en ocasiones se ha producido un rally de las acciones de baja calidad, típicamente esto ocurre después de crisis financieras o recesiones profundas a medida que desaparece la amenaza de quiebra —unas circunstancias muy diferentes de las actuales—.
Los inversores que se han cargado de valores caros de hipercrecimiento ya se han quemado con la actual revalorización del mercado.
Las acciones de calidad tienden a comportarse relativamente bien durante las crisis de mercado y en periodos de tiempo más prolongados (Imagen). Creemos que se debería aplicar una disciplina de calidad a todos los tipos de acciones —de valor y de crecimiento—. En ambos ámbitos buscamos empresas sólidas con balances estables y negocios de calidad.