La inflación (y una potencial recesión) creará nuevos ganadores y perdedores: todavía nos encontramos en los primeros compases del reajuste de beneficios desencadenado por el aumento de la inflación y los tipos. Durante la primera fase de este cambio de régimen en 2022, el efecto de primer orden de la inflación fue la subida de los tipos de interés, que provocó una contracción de las valoraciones de las acciones en todo el mercado. Creemos que este año el crecimiento de los beneficios jugará un papel más importante en el comportamiento de las acciones.
Y no espere que este proceso se desarrolle ordenadamente. La inflación y una potencial recesión afectarán a las empresas de diferentes formas, lo que, en nuestra opinión, podría dar lugar a una mayor dispersión de las rentabilidades de la renta variable. Los días de la financiación prácticamente gratuita y la mentalidad del «crecimiento a cualquier precio» ya han quedado atrás. En cambio, un mayor coste del capital exigirá una disciplina corporativa, así como un enfoque activo para identificar aquellas empresas con capacidad de fijación de precios, sostenibilidad de los beneficios y márgenes, bajos niveles de endeudamiento y un momentum comercial específico de la empresa. Es posible que el conjunto de estas tendencias se traduzca en unas correlaciones persistentemente menores entre las rentabilidades de las acciones, que se encuentran muy por debajo de la mediana desde la crisis financiera mundial de 2008 (Gráfico). Unas correlaciones menores entre las acciones significan unos patrones de negociación individuales más pronunciados, lo que suele ofrecer mejores condiciones para que los gestores activos especializados obtengan mejores resultados y puede ayudar a reducir el riesgo general de la cartera.