¿El déficit contribuye a impulsar el crecimiento? Sí y no.
La variación del déficit es lo que influye en las tasas de crecimiento. Por tanto, un déficit estable para los próximos años no tendría consecuencias significativas en el crecimiento del PIB. Sin embargo, el hecho de que no se haya reducido el gasto fiscal ha contribuido al escenario previsto de aterrizaje suave. El aterrizaje probablemente habría sido más brusco —sin descartar una recesión— si se hubiese aplicado el grado de endurecimiento de la política fiscal que es habitual tras las recesiones. El déficit presupuestario medio de Estados Unidos en épocas «normales» es de alrededor del 3,5% del PIB —cerca de un 2,5% por debajo de la tasa actual—, nivel que habría supuesto un freno mayor al crecimiento económico.
Aunque puede que unos déficits más abultados hayan contribuido a mantener un crecimiento estable, también acarrean un coste: el aumento de la deuda. En estos momentos, el ratio de deuda del Tesoro sobre PIB supera el 100% y, salvo que se produzca un cambio sustancial en la política fiscal, todo apunta a que aumentará en los próximos años. No creemos que esto vaya a provocar una crisis a corto plazo, pero la combinación de crecimiento de la deuda y aumento de los tipos de interés elevará el ratio de servicio de la deuda del gobierno, es decir, el coste de amortización de la deuda existente. Son fondos que no pueden destinarse a inversiones más productivas, y esto puede reducir la flexibilidad fiscal la próxima vez que la economía estadounidense tropiece.
Disciplina fiscal flexible: la nueva normalidad en Europa
La política fiscal europea ha contribuido a contener la desaceleración económica derivada de sucesivos shocks, y el déficit presupuestario ha aumentado una media del 5,3% entre 2020 y 2022. No obstante, las diferencias entre países son muy notables: Italia y Francia siguen registrando déficits muy elevados, mientras que España y Alemania se encuentran en niveles mucho más sostenibles. El ratio global de deuda pública sobre PIB de la zona euro, en retroceso antes de la pandemia, se ha elevado hasta el 88% y se prevé que se mantenga en cotas altas.
En los niveles actuales, tanto el déficit fiscal como el ratio de deuda sobre PIB superan los límites del 3% y el 60%, respectivamente, establecidos en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC). No obstante, el impulso fiscal —los efectos de las políticas de gasto público y fiscales en el crecimiento económico— pasó a ser negativo en 2023 y previsiblemente seguirá siéndolo en 2024, a medida que los países continúan retirando todas las ayudas relacionadas con la energía. Asimismo, el PEC, que quedó suspendido en 2020 para permitir que los Estados miembros pudieran desviarse de las limitaciones presupuestarias impuestas, se ha reactivado para 2024.
Una de las consecuencias de la reactivación del PEC es que los países que tengan previsto superar el límite de déficit del 3%·en 2025 corren el riesgo de entrar en el procedimiento de déficit excesivo (PDE), lo que podría incrementar la volatilidad a corto plazo. El propósito del PEC es promover la disciplina fiscal, y los países que entren en un PDE se verán obligados a aplicar ajustes fiscales más drásticos. No obstante, esos ajustes probablemente serán más suaves que con las versiones anteriores del PEC, ya que tienen en cuenta las características propias de cada país, lo que permite seguir una senda más flexible hacia el cumplimiento de los objetivos fiscales.
En última instancia, la consolidación fiscal sigue siendo el fin último del nuevo PEC. La Comisión Europea prevé reducir el déficit hasta el 2,8% del PIB en 2025. El Reino Unido podría seguir una tendencia similar (Gráfico), a pesar de ser un electoral potencialmente complicado. Como ocurre en Europa, el impulso fiscal del Reino Unido pasará a ser negativo y se mantendrá en esa situación durante varios años. El gobierno también debe cumplir reglas fiscales, es decir, reducir los ratios de deuda y déficit en un plazo de cinco años, objetivos que previsiblemente se cumplirán.
Por tanto, desde nuestro punto de vista, la situación general de las economías europeas parece apuntar a una nueva normalidad caracterizada por una política fiscal flexible.